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Melanie Beard

La Belleza Salvaje de Islandia



Kerlingarfjöll es un lugar donde la tierra parece latir bajo tus pies, un paisaje volcánico que combina la belleza salvaje con una energía casi palpable. En el corazón de las Highlands de Islandia, estas montañas coloridas, salpicadas de manchas de azufre y geiseres burbujeantes, se alzan como un recordatorio de la furia y la creatividad de la naturaleza. La tierra huele a mineral y azufre, el aire es fresco y cargado de una intensidad que hace que uno se sienta pequeño, pero profundamente conectado con la fuerza primitiva del mundo.


En este exótico paraíso tuve el placer de hospedarme en Highland Base, en los altos páramos de Islandia. Mi estancia fue un encuentro con la tierra misma, una conversación silenciosa con la naturaleza. Al llegar, el viento helado del norte me abrazó como un viejo amigo que, sin palabras, te recibe en su hogar ancestral. La vasta llanura de lava negra se extendía ante mí, quebrada por las lenguas de hielo que serpenteaban a través de la tierra, como si la isla aún estuviera en su juventud, moldeándose, reconfigurándose constantemente.



En los Highlands de Islandia, esa región remota y salvaje, el tiempo no tiene prisa. Los días se desvanecen entre sombras de montaña y luces fugaces de las auroras boreales iluminan el cielo nocturno. La niebla se posa sobre el paisaje como un velo, ocultando y revelando a la vez, como si la isla tuviera secretos que solo compartiera con aquellos dispuestos a esperar, a sumergirse en su misterio.


Las personas que comparten estos rincones de Islandia tienen una relación directa con la naturaleza; no hay lugar para las distracciones ni los artificios. Cada conversación, cada gesto, parecía estar marcado por el conocimiento de que estábamos todos aquí, en este rincón olvidado del mundo, por una razón: vivir plenamente lo que la naturaleza nos ofrecía, en su pureza más cruda.



Los valles que rodean Kerlingarfjöll están marcados por fuentes termales que brotan del suelo caliente, creando pequeños oasis de vapor que ascienden hacia el cielo gris. Aquí, el tiempo parece detenerse, suspendido entre las sombras de las montañas y la luz de un sol que se niega a abandonar el horizonte, mientras el paisaje, imponente y salvaje, te recuerda que la tierra sigue, imperturbable, forjando su propio destino.


El hotel Highland Base es un refugio acogedor en medio de la inmensidad volcánica, un rincón cálido donde el contraste con el entorno agreste se siente como un abrazo reparador. Las aguas termales del lodge, que brotan naturalmente de las entrañas de la tierra, invitan a la relajación, ofreciendo un baño en el que el calor reconfortante se mezcla con el aire fresco de las montañas.



Desde el salón de estar, con grandes ventanales que miran hacia el valle, la vista es simplemente impresionante: el vasto paisaje de montañas y valles se extiende ante los ojos como una obra de arte en movimiento, donde las sombras y luces juegan entre sí. El salón, con sus cómodos sillones y la calidez del fuego en la chimenea, se convierte en un refugio perfecto después de un día de exploración, un lugar donde el silencio y la belleza del entorno te invitan a quedarte, a simplemente ser, a disfrutar de la paz que solo un rincón tan remoto y puro puede ofrecer.


Pasaron los días, y la inmensidad de los Highlands fue desvelando más capas de sí misma, capas de una belleza austera, pero que en su brutalidad tocaba algo profundo dentro de mí. Aquí, las montañas no solo se elevan, sino que cuentan historias. Y yo, de algún modo, me sentí parte de esa historia, un susurro en la vastedad de la tierra islandesa.



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