top of page

Donde el tiempo se detuvo

  • Melanie Beard
  • 7 hours ago
  • 2 min read


En el edén que es Cuernavaca, donde el sol acaricia la piel y el aire huele a buganvilias y memoria, descubrí un lugar que nos hace viajar en el tiempo. La Hacienda de Cortés me recibió como un susurro antiguo, envuelto en piedra y tiempo, donde la historia no se enseña, sino que se respira. Sus muros, cubiertos por la hiedra del siglo y el murmullo del viento, parecen guardar secretos que solo se revelan al alma atenta. Caminar por sus pasillos es transitar entre épocas, como si cada sombra, cada fuente, cada hoja que cae supiera algo que los libros no cuentan.



Aquí, la arquitectura no impone: conversa. Los arcos, los patios, las columnas que aún guardan el eco de otras voces, son testigos de una época donde lo sagrado y lo terrenal se cruzaban en ceremonias silenciosas. Bajo la sombra de un amate centenario, me detuve a mirar cómo la luz filtrada se deslizaba sobre la piedra, como una ventana a un mundo de fantasía.


En medio de esta experiencia sensorial, la cocina fue un viaje paralelo. Sentado a la mesa, entre aromas que despiertan memorias que nunca viví, cada plato fue un homenaje a México: profundo, colorido, sabio. La mezcla de ingredientes locales, el cuidado en cada presentación, la historia escondida en cada bocado... todo parecía contar algo, sin decir palabra. El servicio, atento pero sin apuro, me hizo recordar lo que es comer con todos los sentidos despiertos, con el alma abierta.



La Hacienda de Cortés forma parte de Tesoros de México, una colección que no solo reúne hoteles y restaurantes, sino que resguarda verdaderas joyas culturales. Ser parte de esta selección es un compromiso con la autenticidad, con el patrimonio vivo, con la excelencia que respeta y celebra lo nuestro. Aquí, ese espíritu se manifiesta en cada detalle: desde los jardines que parecen jardines de un sueño, hasta la calidez del personal que acoge.


Al llegar la noche, cuando el cielo se viste con su manto más oscuro y las estrellas comienzan a brillar entre las ramas, la hacienda se transforma. La piedra se enfría, la luz se suaviza, y todo parece entrar en un estado de contemplación. Caminé en silencio, dejando que mis pasos resonaran suavemente sobre los adoquines, y supe que estaba viviendo algo más que una estadía: era un reencuentro con lo esencial. La paz, la belleza, la historia tejida en cada rincón. Sentí que no era yo quien había encontrado a la Hacienda, sino ella quien me había estado esperando.



Cuernavaca, con su clima dulce y su vegetación exuberante, es el marco perfecto para este refugio. El rumor del agua corriendo en las fuentes, la sombra generosa de los árboles, el aroma de la tierra al caer la tarde. Todo aquí parece decir lo mismo, en distintos idiomas: respira, suelta, habita el momento. Hay lugares que no necesitan más que ser; La Hacienda de Cortés es uno de ellos.

Comments


Presidential Suite Travel & Luxury Blog

Photography 

Success! Message received.

  • Instagram Social Icon
bottom of page