Riedel hace más de 250 años fue el primero en descubrir cómo el aroma y sabor del vino se ve afectado por la forma de la copa en la que se consume. Fue Claus J. Riedel quien sentó las bases para la producción de copas funcionales y bellas, creadas de acuerdo al principio de diseño de la Bauhaus: la función determina la forma.
A partir de este hallazgo ellos desarrollaron diferentes copas para las más reconocidas variedades de vino como por ejemplo Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Pinot Noir, etc.
La forma, grosor, limpieza y olor de una copa tiene influencia, positiva o negativa, clara y directa en la vista (color), aromas y sabores del vino que estemos catando o bebiendo. La copa es realmente la principal herramienta para catar un vino ya que es el elemento que nos acerca, presenta, enfoca y sirve el vino.De hecho, un degustador profesional se niega a catar un vino si no es en la copa adecuada.
La familia Riedel ha pasado la antorcha de fabricantes de cristal durante diez generaciones. Claus Riedel descubrió, por primera vez, que tanto el tamaño como la forma de la copa influyen sobre la percepción del aroma y sabor.
Durante los años 60, inició la gama de cristalería denominada Sommeliers que, desde entonces, se ha convertido en parangón de la calidad que las copas para degustar vino deben alcanzar. Cada copa se ha diseñado para dirigir exactamente la bebida hacia las zonas gustativas adecuadas de la lengua, de modo que los catadores consigan un equilibrio perfecto al degustar un vino.
Las copas Riedel son una herramienta imprescindible para la correcta apreciación de las cualidades del vino, resultado del proceso así como de las características de las uvas con las que se elaboran. Beber vino en un vaso o en una copa incorrecta, altera la percepción del mismo, arruinando hasta al vino de mejor calidad.
Su delicadeza permite escuchar su canto sonoro y especial, así como admirar las tonalidades del vino. pero no todo son copas, también hay hermosos decantadores para oxigenar al vino y transformar el acto de beberlo en un momento de buen gusto. Al decantar, inicia el proceso de seducción en el que el vino coquetea con sus tonos rojos y destellos morados, permite que aflore el bouquet elegante y expresión frutal, y además es importante para que no quede ningún rastro de sedimento que robe protagonismo al vino cuando se sirva en la copa.
Y como decía Federico Fellini:
“Un buen vino es como una buena película: dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo y , como ocurre con las películas… nace y renace en cada saboreador.”