En Andalucía existen varias rutas que recorrer y pueblos para dejarse inspirar por su belleza. Una de sus ocho provincias es Jaén, famosa por su riqueza arquitectónica y por su altísimo valor histórico y cultural. Jaén tiene varios encantos particulares y distintivos, tanto humanos como naturales, como el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas, donde nace el río Guadalviquir, y la impresionante ciudad artística y monumental ciudad Úbeda.Esta joya histórica y cultural es conocida como la capital del Renacimiento andaluz, y ha sido catalogada como Patrimonio de la Humanidad.
A pesar de que gran parte de mi vida es un viaje constante, la visita a esta ciudad es inigualable, es enamorarse de su casco histórico y de su arquitectura con el nostálgico sabor de su cultura. Dentro de su muralla, caminar por sus calles angostas es sinónimo de descubrir sus palacios, iglesias, conventos, museos e increíbles hoteles.
Uno de estos sitios pintorescos es el hotel Parador de Úbeda, un hermoso palacio renacentista del siglo XVI, en el que contrasta su excelente estado de conservación con los largos años que ha pasado sobre la tierra. La austeridad de su fachada color de sol, resguarda la belleza del patio interno, de sus salones y de las habitaciones enormes de techos altos, decoradas como sacadas de las páginas de un cuento.
Otro hotel de ensueño, en el que el sabor de la historia se acentúa con el lujo que ostenta, es el Hotel MS Palacio de Úbeda, en pleno casco histórico de la ciudad de Úbeda. Uno de sus atractivos es la iglesia de San Pedro, una de las más antiguas de toda Andalucía, y a la que se ingresa desde el restaurante del hotel. Para llevarse un trocito de su historia, en La Boutique se ofrecen productos elaborados en el mismo hotel de manera natural y artesanal.
El Las vistas desde su imponente suite presidencial, ubicada en lo alto de la torre, es sentirse como el personaje principal de una pintura de los grandes maestros. Desde la suite se admira el paisaje, formado por un mar de olivos, por una vista única a la plaza y por la observación de la vida cotidiana, llena de folclore y alegría.
Después de un hospedaje histórico, descubrir la gastronomía es la siguiente parada. En el restaurante Amaranto se consienten los sentidos con la pureza de los AOVES Jaén, que son los aceites de oliva extra vírgenes, elaborados a partir de una variedad de aceitunas que generan un abanico de sensaciones. Aquí se degusta la verdadera cocina andaluza, además de hacerlo en su acogedor patio adosado a la muralla de la ciudad.
Para empezar a aguzar el apetito, los snacks son la opción. Entre su gran variedad son imperdibles el Ferrero de morcilla con manzana; el cucurucho de pate de perdiz, foie y aceite de trufas; la croqueta casera de centolla con un toque de jerez; el bocadillo crujiente de calamar con alioli de lima, el tartar de atún rojo, yuzu, wakame, y torta frita de harina de lenteja. Para no irse de la ciudad sin probar todas las opciones, como entrada fría está el salmorejo cremoso, caza escabechada, mango, almendras y pasas, y como entrada caliente, la bolsita crujiente de vieiras, gambas y puerros con frutos rojos.
De los pescados hay que probar la lubina de estero, parmentier de vainilla, alcachofas, AOVE y yogurt de remolacha, y de las carnes, el ravioli de rabo de toro, queso de pastor trufado y membrillo. Para cerrar con dulzura un viaje de descubrimientos y deleites terrenales, el cremoso de fruta de la pasión, mascarpone y torta de AOVE y matalahúga, así como el soufflé de chocolate, cremoso y caliente, dulce de leche y leche merengada, son un dulce beso de despedida.