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Deby Beard

Antequera: Caminito del Rey.


Andalucía es muestra de las sorpresas de la vida, y del giro inesperado que toman algunas situaciones. Este es el caso del Caminito del Rey, ubicado en la provincia andaluza de Málaga. El mar del Mediterráneo ha sido el sereno testigo del esplendor de esta ciudad, cuya gracia y encanto de sus maravillas naturales y creadas por el hombre, le han valido ser conocida como el Sol del Mediterráneo.

Su fama radica en su clima cálido y suave, en su rica y antiquísima historia que data desde tiempo de los fenicios. Pero también posee un excepcional camino, una sensacional creación humana enclavada en un adrenalínico paraje. Es tan sorprendente, que este tesoro se conoce como el Caminito del Rey, en honor al rey Alfonso XIII quien diera el recorrido inaugural a esta vía para que los trabajadores de la presa hidroeléctrica del Conde del Guadalhorce, pudieran transportar sus materiales. Realmente no es un caminito, sino un estrecho puente de madera de apenas un metro de ancho empotrado, tabla a tabla, a una sólida pared de roca llamada el Desfile de los Gaitanes, que parece flotar a cien metros sobre el río que corre debajo del imponente cañón.

Desde su construcción entre 1901 y 1905, el tiempo le causó estragos, por lo que permaneció cerrado durante quince años hasta su apertura apenas en el 2015. Los trabajos de su rehabilitación han sido tan espectaculares como las sensaciones que provoca recorrerlo. Los empleados con formación en escalada, construyeron un nuevo tramo de más de un kilómetro, hecho con madera y vidrio, para tener mejores vistas. El Caminito es recorrido por amantes de las aventuras poco convencionales, de las experiencias irrepetibles, por quienes desean tomar una foto única, y claro, por senderistas y montañistas. Su recorrido es de casi 8 kilómetros, que se recorren entre cuatro y cinco horas. En estas horas de intensa emoción, la recompensa a los espíritus aventureros es una inevitable sensación de vértigo al cruzar el puente colgante, pero acompañada de felicidad por estar ante un paisaje imponente, natural, con paredes escarpadas y el viento acariciando el rostro. Es inevitable reservarse las expresiones de asombro, risas nerviosas, o los temblores en las manos ya sea por el esfuerzo físico de desplazarse en este medio natural, o por el choque de adrenalina que inunda al cuerpo al conquistar al Caminito del Rey.

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